¿Cuándo fue la última vez que lleve a mi hijo(a) al parque? Esta es una pregunta que debemos responder con frecuencia para saber si le estamos dando a nuestros hijos un verdadero espacio de diversión e interacción al aire libre o si por el contrario hemos dejado que esa actividad sea reemplazada por horas de tablet, celular o televisión.

Este uso prolongado de la tecnología, las diferentes ocupaciones que tenemos y el miedo de llevar a los niños a un espacio en el que no tenemos todo controlado han cambiado las dinámicas familiares y han hecho de la visita al parque una actividad poco común, desaprovechando así la oportunidad que les brinda a los niños de desarrollarse a nivel social, emocional y motriz.

De ahí la importancia de comenzar a recuperar esta práctica incluyendo dentro de nuestros planes semanales por lo menos dos visitas al parque. Con el tiempo nos daremos cuenta que a través de la diversión y el juego nuestros hijos han desarrollado habilidades tan importantes como:

-En el parque los niños se vuelven más sociables porque se retan a romper el hielo, a acercarse a otros niños y a integrarse al juego. “¿Quién no recuerda ir al parque sin conocer a nadie y tener que pensar cómo aproximarse a quienes estaban jugando? Ese momento era y es clave porque nos ubica en el dilema de participar del juego y en superar el miedo que en ocasiones genera entrar a un grupo desconocido y salir de la zona de confort”, explica Mónica Cardozo, psicóloga de Preescolar de Cañaverales International School.

Gracias al desarrollo de habilidades sociales y a la pérdida del temor, nuestros hijos hacen sus primeros amigos, se adaptan al espacio y a la dinámica del parque.

-La libertad en el juego desarrolla la autoconfianza, una habilidad en la que cumplimos un papel importante los padres, quienes debemos ser conscientes de que nuestra función en el parque es la de acompañar y vigilar más no la de tomar decisiones por ellos. Es recomendable estar tranquilos y brindarles confianza para que decidan con quién quieren jugar, cómo y en qué momento, eso les brinda a los niños independencia, autosuficiencia y seguridad en sí mismos.

-Se aprende a tolerar la frustración y a resolver conflictos porque al no tener el control de todo lo que va a pasar, es posible que en la exploración y en el juego haya caídas o disgustos; eso es completamente normal y es una enseñanza muy útil para nuestros hijos, así entienden que no siempre se gana, resuelven problemas con respeto y tolerancia y aprenden qué deben hacer, o no, en el juego para evitar accidentes a futuro.

-Desarrollo de destrezas que facilitan las habilidades escolares, como por ejemplo leer; según Eliana Ospina, terapeuta ocupacional de Cañaverales International School “para esta actividad es necesario que los niños reconozcan las letras para luego escribirlas, esto se relaciona con el juego en el parque porque para poder usar un rodadero o un columpio primero hay que reconocerlo”.

El adquirir este tipo de habilidades sensoriomotoras facilita la comprensión de lo que se enseña en el Colegio, por eso hay instituciones educativas en las que se complementa el desarrollo integral del niño a través de ambientes estimulantes en los que se incluye el juego, brindando así experiencias de aprendizaje significativas y perdurables. Te contamos cómo lo hace Cañaverales con sus estudiantes de Preescolar.

Convertir la visita al parque en un hábito será valioso para nuestros hijos, porque estarán más preparados para jugar en estos espacios, evitando accidentes y por supuesto, habrá mayor bienestar físico y emocional para los niños porque a través de esta actividad se ejercitan, liberan endorfinas que transmiten felicidad, dopamina que estimula la imaginación, serotonina que reduce el estrés y acetilcolina que mejora la concentración.

Dejemos a los niños correr, lanzarse por el rodadero, columpiarse, escalar y ser felices al igual que lo hicimos nosotros cuando teníamos su edad. ¡Vamos al parque!